Dmitry Peshkov

 

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El Cosaco del rio Amur

De todos los viajes de larga distancia, a caballo, la travesía Blagoveschensk - San Petersburgo, realizada por el Oficial contador del ejército ruso del rio Amur, el cosaco Dmitry Nikolaievich Peshkov, es sin duda una de las más difíciles y heroicas de cuantas conocemos.

Se dice que Peshkov, de 30 años, se le ocurrió la idea de una travesía ecuestre a la, entonces, capital de Rusia gracias al valiente corneta del 26º Regimiento de Dragónes Mikhail Aseev, quien en 1889 cabalgó, 2633 km. en 33 días, desde la ciudad de Lubna en la región de Poltava hasta París, donde se estaba realizando, en ese momento, la Exposición Universal, utilizando dos caballos y a una media de 80 km diarios.

La hazaña de Aseev, que montaba un caballo por la mañana y otro por la tarde, es de gran mérito por la resistencia, no solo de los caballos, sino, del propio Jinete. Ochenta kilómetros diarios durante treinta y tres días, son muchos kilómetros y muchos días para cualquier caballo y para cualquier jinete por muy en forma y entrenados que estén, ambos.

Aseev, por su parte, se inspiró en el ejemplo de un húsar húngaro que realizó un viaje a la capital francesa desde Viena. Pero, eso sí, tanto el húsar como el dragón cabalgaron, a lo largo de buenos caminos, tierras densamente pobladas y en la estación cálida.

Peshkov superó, a los dos, en destreza y resistencia y el récord de Aseev se hizo añicos, casi instantáneamente, bajo los cascos de hierro del caballo de Dmitry Peshkov. El periódico Svet de San Petersburgo, publicó: “Todos deben admitir que tanto el propio Peshkov como su caballo Gray realizaron un viaje sin precedentes en la historia de la caballería”.

 

 

La cabalgada heróica

Dmitry partió del pueblo de Albanzinski, Siberia, en la mañana del 7 de noviembre de 1889 y viajó hacia el oeste durante 193 días, de los cuales cabalgo 153 y otros 40 días fueron perdidos por descansos y retrasos.

Recorrió unos 8.850 kilómetros, con cabalgadas de 40 a 70 kilómetros por jornada y con una media de viaje de 46 km/día.

Todo esto, el viaje, la distancia y la velocidad, para cualquiera que sepa lo que es viajar a caballo, es casi increíble, cuando se cabalga, además, en solitario, en pleno invierno a través del interminable "silencio blanco" de Siberia y los Urales. En heladas de hasta menos cuarenta. Con equipaje mínimo, y un solo caballo.

Al igual que sus compañeros cosacos, Peshkov nació con un propósito en la vida: montar a caballo. Y al igual que Aseev, estaba ansioso por mostrarle a un mundo escéptico que los mejores jinetes de la tierra residían en la Madre Rusia y que los caballos asiáticos (mongoles), que eran utilizados por los cosacos Transbaikal y Amur, son mucho más fuertes y duraderos que los caballos de razas europeas.

Esto, en el siglo XXI, ya solo interesaría a los que amamos los caballos pero en el siglo XIX cuando el caballo era, todavía, el rey del transporte terrestre y se consideraba un viaje importante ir mas allá de 100 km., suscitaba el interés y admiración general.

Peshkov escogió para el viaje un caballo de 13 años de raza mongola, era un caballo fornido, gris claro, de pequeña alzada (135,6 cm. a la cruz), patas muy fuertes, buenos aplomos, muy resistente y de buen carácter. Su nombre era Grey o Serko (Los historiadores no se ponen de acuerdo)

El jinete vestía el uniforme ordinario de oficial cosaco, llevaba pantalones de cuero fuertes encima de los pantalones de uniforme, botas Tungus (mongolas) hechas de piel de venado y forro interior de lana, una chaqueta corta, un abrigo de piel de oveja curtida, un gorro Ostyak de piel, con visera y orejeras, sobre el cual se puso una capucha larga de piel de camello y manoplas de piel con guantes de lana tejidos, en el interior.

En las alforjas había dos mudas de ropa interior, herraduras de repuesto, clavos para herraduras, un martillo, una lima, un cuchillo de pezuña y tenazas para herrar caballos. Llevaba, además un sable, un revólver y una daga, así como un diario en el que el cosaco anotaba periódicamente sus desventuras, generalmente relacionadas con el clima y con el hecho de que en muchas ciudades lo confundían con un criminal fugitivo.

El peso total del jinete y su impedimenta era de 72,2 kg.

Dimitry era un hombre no muy alto, un metro sesenta centímetros aproximadamente, de complexión nervuda, rostro curtido y piel de color casi caoba debido a la larga exposición a los vientos invernales de Siberia. Se sabe que era un cosaco puro, huérfano de padre y madre, se había criado en un orfanato.

Se graduó, en la 1ra categoría, de la escuela de cadetes de Irkutsk. Sirvió en el regimiento de caballería cosaca de Amur, donde actuó como contador obteniendo buenas evaluaciones de sus superiores.

Como nativo de la aldea de Amur sabía perfectamente qué era el invierno siberiano, por lo tanto, superó sin incidentes los tramos más difíciles del camino, desde Blagoveshchensk a través de Albazinskaya y Sretensk en Shilka hasta Verkhneudinsk (ahora Ulan-Ude). Lo peor de todo era la nieve profunda y fresca, "no menos agotadora para el caballo que la arena suelta".

En Verkhneudinsk, Peshkov se puso enfermo, pero continuó su viaje alrededor del lago Baikal hasta Irkutsk agarrándose a la silla para no caerse. Sin embargo, la enfermedad no pudo detener al joven cosaco. Cruzó la estepa de Baraba, una zona desértica y prácticamente congelada, que se extendía entre Omsk y Tomsk, bebiendo, exclusivamente, tanto el cómo su caballo, nieve derretida durante 12 días.

Habla elocuentemente, en su diario, sobre el buen estado del caballo: si al comienzo del viaje la dieta de Gray, sin contar el heno, consistía en 3 kg de avena, ¡entonces a la mitad del viaje consumió casi 4 veces más!

El cosaco cuidaba con esmero a su amigo: ensillar, desensillar, alimentar y hasta curarlo, cuando era necesario, no confiaba en nadie, todo lo hacía él mismo.

Peshkov conseguía comida y alojamiento, para él y su caballo, en los pocos pueblos que, al principio del viaje iba encontrando en su camino; No siempre tuvieron suerte y en ocasiones tuvo que refugiarse en cabañas de cazadores, para pasar la noche, sin nada para comer ninguno de los dos, y en un suelo lleno de chinches.

El 27 de febrero estaba en Omsk, habiendo recorrido casi 5.000 millas en 113 días. El caballo no decepcionó: según la conclusión del comandante del Distrito Militar de Siberia, el general barón Maxim von Taube, “el caballo se veía sano y alegre; el cuerpo se ha conservado satisfactoriamente; la espalda está perfectamente sana, sin abrasiones, solo los costados y los extremos de las patas traseras estaban ligeramente más delgados”.

La mayor parte del viaje, a lo largo de Transbaikal y Siberia, tuvo que moverse en un frío glacial. El invierno de ese año, por cierto, no solo fue duro, sino feroz. El frío de cuarenta grados bajo cero, era común. No propenso a la exageración, Peshkov identificó solo tres designaciones climáticas para sí mismo: “La helada es terrible. La helada es mortal. Y la escarcha es increíble”.

En estas condiciones, Peshkov, bajaba del caballo con frecuencia, no solo por darle descanso, sino, sobre todo para correr a su lado y calentarse para evitar la congelación.

Peshkov, que mantuvo sus notas de viaje generalmente secas y lacónicas, se permitió cierta emoción cuando se trataba de la descripción de las condiciones climáticas: “Desde ayer por la noche, se ha levantado tal tormenta que literalmente la luz de Dios no era visible. Es un viaje asesino en este clima. Apenas pude ver la ciudad de Mariinsk de tan fuerte que rugía la tormenta. Me congelé las mejillas, la nariz, la barbilla y la parte de la mano derecha que no estaba cubierta con el guante”, decía una de las pocas entradas emotivas en el diario del oficial.

En el este de Siberia, lleno de cárceles y centros penitenciarios, Peshkov fue confundido repetidamente con un convicto fugado, un par de veces simplemente huyó. En Tomsk, sin embargo, fue arrestado, pero, afortunadamente, el desagradable malentendido se aclaró con rapidez.

De vez en cuando, el jinete se perdía, ya que los lugares a su alrededor estaban, con frecuencia, totalmente desiertos

 

 

Héroe del pueblo

Después de Omsk, el camino se volvió más tranquilo. A partir de Kazan, en Nizhny Novgorod, Dmitry Nikolaievich Peshkov ya fue recibido como un héroe y recibido con honores. Representantes de la prensa comenzaron a mostrar interés en él.

Sin embargo, con el paso del tiempo, Peshkov se acostumbró más ala nueva forma de vida nómada. “Hoy, han pasado cinco meses de mi viaje. Me parece que cuando lo termine, lo extrañaré, hasta tal punto ya me he acostumbrado a esta forma de vida nómada y gitana”, escribió Peshkov en su diario.

A medida que el oficial avanzaba en su viaje y se acercaba a San Petersburgo, la noticia de su audaz viaje había alcanzado a la gente en las ciudades a las que aún no había llegado.

Su fama lo precedió a menudo en la última parte del viaje. “Conocí a varios rusos desconocidos que me saludaron con las palabras: '¡Hola, Sr. Peshkov!' Me sorprendió mucho”, escribió el oficial, mientras estaba en Kazán.

El 3 de mayo, el valiente cosaco entró en Moscú. Toda la gente salió a recibirlo con iconos y coros: la bienvenida fue magnífica. Partiendo de Moscú, Peshkov fue escoltado por una multitud de personas que lo admiraban y lo vitoreaban, que caminaron junto a él durante algún tiempo.

A pesar de la ausencia de comunicaciones modernas, las noticias sobre su audaz viaje de alguna manera se difundieron rápidamente de boca en boca y pronto llegaron al Palacio de Invierno, la residencia del emperador ruso. En la mañana del 19 de mayo de 1890, cuando Dmitry Peshkov se acercaba a San Petersburgo, fue recibido solemnemente por dos regimientos ceremoniales, de cosacos, y una banda militar de trompetas. Siendo escoltado, además, por varios cientos de oficiales de caballería que llegaron por iniciativa propia.

Peshkov entró en la capital del Imperio Ruso escuchando gritos entusiastas de "¡Hurra!" de personas a las que nunca había conocido antes, pero que obviamente se habían enterado de su arriesgada empresa.

Peshkov pasó alrededor de un mes en Petersburgo. Una cena para 250 personas se llevó a cabo en su honor en la reunión de oficiales. El 23 de mayo de 1890, fue presentado al Jefe del Estado Mayor General, el Ayudante General N. N. Obruchev. El 27 de mayo, en el desfile de los socorristas de los regimientos de granaderos a caballo y lanceros, el emperador Alejandro III entregó al cosaco la Orden de Santa Ana de tercer grado, luego habló con él y examinó a Gray.

Después del desfile, Peshkov fue invitado a desayunar en el palacio, donde fue presentado a todos los miembros de la familia imperial. El 8 de junio, el héroe-viajero recibió una invitación para el desayuno, organizado por el augusto atamán de todas las tropas cosacas, heredero al trono, Nikolai Alexandrovich. En este día, el futuro emperador Nicolás II recibió su caballo Grey como regalo de Peshkov.

El emperador Alejandro III otorgó a Peshkov la Orden de Santa Ana de tercer grado y ordenó que el viaje, que inicialmente era una empresa personal de Peshkov, se considerara una expedición militar, lo que significa que a Peshkov se le debía dinero y tiempo libre por su servicio.

 

 

La humildad y la grandeza de un militar 

Dmitry Peshkov recibió unas vacaciones de seis meses, que pasó como peregrino en Palestina, antes de reanudar su exitosa carrera en el Ejército Imperial de Rusia.

Cuando regresó, se matriculó en una escuela de caballería de oficiales en San Petersburgo, donde completó con éxito un curso en el departamento de escuadrón de comandantes.

En 1898, ya en su regimiento de Amur, Peshkov recibió el rango de capitán y participó en una campaña en China (1899-1900). Otros premios dan testimonio de cómo sirvió Dmitry Nikolayevich Peshkov: la cruz de oficial italiano de la Orden de San Mauricio y Lázaro, la cruz de caballero francesa de la Legión de Honor.

En 1907 ascendió al rango de coronel, fue el comandante del regimiento cosaco de Amur, participó en la campaña china para reprimir la "Rebelión de los bóxers" a principios de siglo. Se retiró del ejército el 15 de agosto de 1908 y partió hacia San Petersburgo el 12 de diciembre.

Después se pierde su rastro y este hombre modesto que alcanzó la gloria en 1890, después de lograr lo imposible, se adentró tranquilamente en las sombras

El caballo Serko, cuyo nombre entró en la historia como símbolo de resistencia y fidelidad, pasó el resto de su vida en los establos imperiales y fue enterrado en Tsarskoye Selo, en el único cementerio de caballos del mundo.

 


Motivos y significado del viaje

Los periódicos, de aquel entonces, escriben que San Petersburgo y Moscú están discutiendo sobre los beneficios de construir un ferrocarril a tierras lejanas del imperio.

También hay proyectos de las autoridades militares para llevar a los mataderos a los caballos nativos cosacos, un cruce de caballos, de estampa rústica pero resistentes, entre las razas de la estepa mongola y del bosque de Narym.

Peshkov amaba los caballos y especialmente a los caballos mongólicos o cosacos con los que había convivido desde niño. Peshkov no se hizo famoso por defender su patria de los enemigos, ni por los descubrimientos científicos, ni por la sabia administración, ni por la fundación de nuevas ciudades, ni por los esfuerzos diplomáticos. Su servicio a la Patria en un ámbito más sutil, casi metafísico, es una revolución en la conciencia pública y la ampliación de su sensibilidad hacia los animales, hacia una raza de caballos que tenían todo el derecho a seguir existiendo y cuyo valor era muy superior al que se les daba.

Además, resolvió el dilema del Transiberiano, pues el último y más letal argumento sobre la necesidad de un proyecto súper costoso fue presentado por el oficial del ejército cosaco de Amur, Dmitry Peshkov.

Después de él, la cuestión ya no era: construir o no construir el Transiberiano. Las autoridades y el pueblo estaban convencidos de que el Lejano Oriente es la misma parte del estado que la región de Tambov o el Cáucaso, los mismos súbditos del emperador viven allí como en Nizhny Novgorod.

Y el sueño de Alejandro III, el almirante Posyet y Sergei Witte se hizo realidad, ante sus propios ojos, gracias al heroico viaje del cosaco.

Y, así fué cómo un simple cosaco del rio Amur cambió el mundo ruso y acercó Oriente a las capitales de Europa


Fdo. Juan Manuel Alvarez Diaz

Nota final: A día de hoy, el récord del cosaco Dmitry Peshkov no ha sido batido.

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